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Por Michel Hernández (Notas Discográficas del álbum Cubriendo Ausencias)
Nelson Valdés con su tercer disco Cubriendo ausencias ha salido a demostrar que la canción de autor en Cuba tiene mucho que decir. Desde su natal Cienfuegos ha dado vida a un álbum con diez temas en los que reivindica el sentimiento liberador de la música y aumenta el poder de las palabras.
El disco marca diferencias en la canción de autor en el país y se adentra en diferentes territorios sonoros como el jazz, la música popular cubana y el pop rock sin sucumbir a las exigencias del mercado. Es un material lleno de naturalidad y frescura en el que el trovador teje historias que viven de la realidad, de su deseo de aventura y de su visión del país que vibra bajo sus pies.
Cubriendo ausencias es esencialmente un fonograma de amor, pero en Nelson este sentimiento hay que entenderlo en la más elevada dimensión de la palabra. La pureza lírica de sus canciones le permite retratar las relaciones humanas sin caer en la trampa de los lugares comunes, mostrar el compromiso con su oficio y contar su país y su realidad alejado de los artificios y las modas, algo que se percibe a lo largo de toda la carrera del cantautor.
Nada más escuchar los primeros temas podemos confirmar que Nelson ha dado de comer a su talento con total libertad para responder solamente a las exigencias que se ha impuesto como destino y a su propia interpretación del rol de un cantautor y de sus posibilidades de incidencia social. El resultado es palpable. Un disco en el que confirma que es un compositor destacable y lo hace con una variedad de temas que llegan a explicar la vida, lo que, como sabemos, no se logra todos los días.
Son varias las canciones sobre las que pudiéramos detenernos en este álbum que, por su riqueza de matices expresivos, su tono emocional y su excelente empaque sonoro, debería ocupar un lugar de privilegio en las ondas radiales cubanas y en el resto de los medios de difusión. Este perfecto equilibrio creativo, digámoslo todo, se logra además por los aportes del experimentando productor José Manuel García Suárez; Eddy Cardoza López en las orquestaciones; Juan Kemel Barrera y Lino Lores García en los arreglos de metales, y Daniel Legón Campo en la grabación, mezcla y masterización.
Se sabe que en ocasiones las disqueras no graban todo lo que musicalmente aporta a la escena musical, pero en este caso es aplaudible la apuesta de Bis Music por un joven trovador que compone y canta con la madurez de un veterano curtido en los aún poco explorados mundos de la trova defendida por las nuevas generaciones de creadores.
Canciones como Disimula, Labios en cruz, Pez luna, Cubriendo ausencias e Inocencia, (grabadas, en ese orden, junto a Leoni Torres y Buena Fe), son algunos de los temas que reafirman la convicción y la facilidad con que Nelson escribe desde sus propias experiencias como si quisiera hablar de todos nosotros y de nuestro complejo paso por la vida.
El cantautor cienfueguero regresa con este disco a los orígenes de la trova y a la vez consolida su capacidad para explorar diversos afluentes sonoros sin perder su esencia ni su poder de convicción como cantautor. Lo anterior queda demostrado en el tema Te doy otra canción, en el que hace dúo con el sonero Mayito Rivera, para defender un título que define con líneas maestras la obra de este músico que sigue componiendo como forma de buscarse a sí mismo, de descifrar las más grandes emociones humanas y narrar la trama de un país desde una mirada particular que en Nelson, como afirma su amigo, Jorgito Kamankola, descansa sobre los pilares de la coherencia y la honestidad.
Y eso, en estos tiempos, es algo muy aplaudible y que alcanza mayor altura cuando tiene como fondo canciones atravesadas por los ambientes nocturnos de las nostalgias y que a su vez revientan como fuegos artificiales de enormes ganas de vivir.
Por José Loyola Fernández (Notas discográficas del álbum Con Güiro, Cajón y Piano)
El danzón, al transitar en su ejecución del tambor de parche al tambor de cajón, constituye una novísima sonoridad en el tratamiento de este género genuino de la música cubana. Así lo apreciamos en este fonograma que nos presenta el Sello BIS MUSIC, a partir de la idea y la invención siempre interesante y convincente de un talento musical, como el del destacado percusionista, arreglista, director de agrupaciones charangueras y profesor, Enrique Lazaga Varona.
La presente propuesta, concebida para piano, güiro y cajón, es un trío excepcional, conformado por virtuosos en cada uno de los instrumentos, donde el piano es interpretado por diferentes solistas, y el güiro, parte inseparable del acompañamiento rítmico percusivo del danzón, ofrece, además, otras facetas inéditas a cargo del maestro Lazaga.
La aparición del cajón, una especie de tambor idiófono, en el papel de percusión acompañante en el danzón, es una novedad que revoluciona el universo sonoro de esta música, ya que la función percusiva acompañante la han asumido los tambores de parche o membranófonos, a saber: tímpani, timbales y pailas, en dependencia del tipo de agrupación y época.
En los albores del siglo XX, era habitual encontrar en los cafés y teatros del país, a pianistas solos o con el acompañamiento de pequeños formatos de percusión, tocando en esos locales de divertimento, cuyo repertorio básico abarcaba entre otros géneros: contradanzas, danzas, habaneras y danzones. Este fonograma recrea el universo sonoro del piano con el pequeño formato de percusión.
Los diez danzones seleccionados se diferencian en sus contenidos estético-musicales y estilos interpretativos. Traslucen épocas diversas en su evolución. Ello posibilita que cada pianista solista pueda exponer su particular virtuosismo técnico y expresivo.
Lo inicia Emilio Morales, un excelente y experimentado intérprete. Su pianismo aquí, descansa en el conocido danzón Virgen de Regla, de Pablo O´ Farrill. A manera de Preludio, introduce un breve fragmento del tradicional canto a Yemayá, antes de dar paso al danzón propiamente. Es la apertura a la integralidad del fonograma, como si Yemayá limpiara con sus aguas los senderos y desbrozara los posibles impedimentos a la recepción de las maravillas sonoras aquí presentes. Morales resalta las diferentes secciones del danzón con gran virtuosismo y estilo. Concluye con un final o Postludio, basado en el toque de esa deidad, donde la polirritmia de los tambores batá son sustituidos por los diseños figurativos que ejecuta Luis Adrián en el cajón, mientras el güiro de Lazaga asume la función rítmico-tímbrica del chekeré. En conjunto, resulta una interpretación magistral.
Clásico entre los clásicos, El clarín de la selva, de Antonio María Romeu, clasifica entre las 10 maravillas del fonograma. El pianismo de Harold López-Nussa penetra y se mueve en la intrincada selva del universo sonoro de teclas, martinetes, cuerdas y pedales, donde converge el virtuosismo de este grande del piano. La parte correspondiente a la sección Segundo Trío, entrelaza el diseño rítmico del danzón con fragmentos de rumba en la percusión. Nos acerca a una combinación pianística, en la cual confluyen estilos mozartianos con sonoridades cercanas a las danzas cervantinas, toda una joya que se desliza hasta las improvisaciones magnificentes.
Penicilina, de Abelardo “Abelardito” Valdés, es un danzón famoso en su totalidad, pero principalmente por la sección del Segundo Trío, debido a un contenido interpretativo muy flautístico. El destacado pianista Roberto Carlos Rodríguez Valdés “Cucurucho”, descendiente de una familia de grandes virtuosos del piano, aborda ese Segundo Trío como si hubiese sido compuesto para el piano. Es excelente y convincente. El planteamiento armónico modernista enriquece el clasicismo danzonístico, con la sabrosura del montuno, las flexibilidades del tempo y sus complejidades en el desarrollo de la improvisación, más la precisión métrica del acompañamiento del güiro y el cajón, este último engrandece la ejecución con el toque en otros instrumentos idiófonos como cencerro y platillo, hasta desembocar en la Coda.
El destacado pianista Jorge Boulet, ofrece una traslación del famoso danzón La flauta mágica, concebido por Alfredo Brito y Antonio María Romeu. La pieza es el estandarte de los grandes flautistas virtuosos de las más importantes charangas de Cuba. Sin embargo, Boulet ha logrado esta versión impecable en su concepción y ejecución al piano, adaptando magistralmente los diseños figurativos de la flauta a la técnica de las teclas, sin perder la esencia del estilo original.
La Cleptómana, es originalmente un bolero de Manuel Luna y Agustín Acosta, llevado a danzón cantado. Adquiere una nueva dimensión al ser interpretado en el contexto de este trío instrumental, con el pianismo sobresaliente de José Portillo Herrera. La extensión del montuno permite al cajonero, Luis Adrián López-Nussa, realizar efectos característicos del cencerro, improvisaciones en el cuerpo del cajón, y a Lazaga improvisar pequeñas figuraciones, sin abandonar el curso de la marcha, algo muy original.
Alejandro Falcón, destacado pianista, conocedor experimentado del danzón, de sus estructuras y de los estilos interpretativos, presenta otro clásico, El cadete constitucional, de Jacobo Rubalcaba. Demuestra las cualidades de gran músico que lo han colocado en las elevadas cumbres de la estelaridad. La improvisación excelente, variada y estilística del cajón, nos recuerda las figuraciones que realiza el tambor batá Iyá en los toques yoruba.
Esta especie de antología incluye Osiris, de Enrique Jorrín, una obra muy conocida de la época del chachachá, con la estructura característica del danzón y la evidente influencia del “cha”. La sección de Trío fue originalmente concebida para violín solista y es donde irrumpe de manera sorprendente, el pianista Orlando Pérez “Landy”, conocido por su larga trayectoria en la famosa Orquesta Aragón. Landy triunfa con su versión de extraordinario y exquisito pianismo, y se las arregla para sostener el fundamento violinístico y entregarlo al piano. Logra una ejecución supermagistral, con un toque muy novedoso, fino, exuberante en los diseños figurativos y depurado en la técnica, de gran limpieza y lirismo poético-melódico en su conjunto.
La propuesta abarca, también, danzones de estructuras y sonoridades más modernas. En ese sentido se inscriben los tres siguientes.
Aldo López Gavilán, presenta un danzón de su propia creación, con una excelente interpretación de gran maestro del piano. Su obra Contigo pan y cebolla, muestra una sonoridad asentada en las más puras tradiciones pianísticas de los compositores-pianistas cubanos precursores de la historia del instrumento. Expone una síntesis estilística que penetra en la cubanía más profunda, siempre con la expresividad y el virtuosismo característicos de Aldo. Crea un danzón con una estructura morfológica interesante que evoluciona en las secciones de Introducción y de Tríos, y en el Montuno proyecta las improvisaciones con un ímpetu creativo, al propiciar la interrelación del piano con las intervenciones de la percusión, en un concepto de totalidad sonora.
Petit Flor, de Ernán López-Nussa, interpretada por el propio compositor, uno de los grandes virtuosos del piano en todas las variantes de la música popular cubana, de concierto y el jazz. Este danzón, sin apartarse de la esencia típica del género, irrumpe en el cosmos sonoro de las modalidades más auténticas del jazz, con un acercamiento a los estilos interpretativos del ragtime y el blues, fuentes primigenias de las corrientes posteriores de la música norteamericana. Se integran aquí al concepto danzonístico de este talentoso compositor-pianista. El resultado es una pieza sobresaliente, con una interpretación elevadísima.
La muestra concluye con la pieza Cubanos por el mundo, de Roberto Carcassés, interpretada por el propio compositor en una demostración de pianismo magistral. Es la única obra del fonograma donde se escucha una voz que brota de lo profundo de este danzón, con un canto breve, pero emotivo ejecutado por el creador, elemento que enriquece, no solo a esta pieza en particular, sino que trasciende a la totalidad del fonograma, como para cerrar el ciclo de las 10 maravillas sonoras en el contexto del danzón, cuya concepción se completa con la grabación, mezcla y masterización del ingeniero Daniel Legón Campo y se engrandece con la producción musical del experimentado José Manuel García Suárez y Enrique Lazaga.
Presenta Bis Music nuevo fonograma de David Blanco.
Feudalismo Moderno es la última y más reciente producción fonográfica de David Blanco. Pudiera decirse que además representa el trabajo más maduro del artista, que en esta particular entrega abraza un concepto más crítico y cronista en sus canciones. Manteniendo su esencia musical y fiel a la fusión de géneros desde la perspectiva del pop-rock, David mezcla pinceladas del metal, blues, góspel, soul, rap, funk y muchos otros géneros con ritmos cubanos archiconocidos.
Esta fusión deviene en un interesante mix junto a los textos de sus canciones. Cada una refiere historias y/o crónicas con mensajes de optimismo y amor en algunos casos, y bien reflexivos en otros. Es apreciable la presencia de invitados como Kelvis Ochoa, Kamankola, el joven Jotabarrioz y Gabriela Pérez, quienes suman desde sus respectivos estilos una notable variedad y equilibrio a este conjunto de temas que resultan un álbum diferente y atractivo. Mención aparte merece Vocal Renacer, que acompaña con sus voces el estilo rockero de David, creando un contraste sobrecogedor en ocasiones.
Un video clip del tema que da nombre al fonograma, reafirma la mirada crítica y rebelde ante un mundo complejizado por las tecnologías. Bajo la dirección de Felo y con la fotografía de David González, es el primero de dos que acompañan esta propuesta musical.
David Blanco es un destacado cantante, compositor y trompetista cubano. Considerado uno de los más talentosos músicos de la isla y enfocado hacia las disímiles formas del pop-rock, se reinventa en cada nueva producción. Conocido por antológicos temas ya, y notorio por la mixtura de géneros que emplea en sus canciones, recientemente celebró los veinte años de su agrupación.
El álbum Feudalismo Moderno, conjuntamente con su primer video clip estará disponible el viernes 11 de febrero en las plataformas digitales y Sandunga para Cuba, y el vídeo clip será estrenado en el canal de YouTube de David Blanco, a la vez que será difundido por los medios nacionales de comunicación.
Notas discográficas del álbum Mi Rumba no va a parar, de Rumbatá.
Ya suman cuatro los discos de la agrupación Rumbatá, bajo la producción musical de Manolito Simonet, destacado artista que ha decidido acompañar nuevamente los pasos de la prestigiosa agrupación rumbera por el mundo discográfico. Mi rumba no va a parar es el primer CD grabado en el Estudio de Grabación Caonao de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM) Camagüey, con el sello Bis Music.
En la selección de diez temas y un bonustrack se demuestra la intención de retomar letras, elementos rítmicos y sonoridades de las rumbas más tradicionales, así como atesorar obras que pertenecen al repertorio habitual de la agrupación durante sus veinticuatro años de existencia, pero que no habían sido grabadas, como “Ventolera” de José Luis Estremera (Ventolera), y “La masa” de Silvio Rodríguez.
En las obras incluidas en este volumen se encuentran las tres modalidades de la rumba: el yambú, la columbia y sobresale el guaguancó, este último mezclado con otros géneros como la trova, rap, conga y ritmos caribeños. Todos esos elementos le imprimen una gran pluralidad al nuevo fonograma.
Un aspecto distintivo de esta entrega es la utilización de dúos en las coplas de algunos temas como “Ventolera”, “Te equivocaste”, “La Masa” y “Si me tocas te arrebatas”, para rendir homenaje a los dúos de rumberos famosos como el Nene, el Gato y Amado Dedeu, que integraron la agrupación de Clave y Guaguancó.
Estamos en presencia de una gran variedad de timbres, instrumentos, voces y obras que se recrean con introducciones auténticas y diferentes; así como una diversidad en las estructuras de los temas, demostrando así la riqueza y originalidad de su arreglista, director musical y principal compositor Wilmer Ferrán.
“El yambú del chino” es un tema que retoma Wilmer para rendir tributo a esas valiosas rumbas antiguas interpretadas por Afrocuba, Los Muñequitos de Matanzas y los coros de clave de La Habana. La presencia china en nuestra cultura ha sido una temática recurrente en la historia de la rumba. En este yambú destaca un arreglo novedoso en las guías del montuno, se utiliza la clave del son a la manera de la rumba habanera y se estrena como solista la joven músico Livania González.
La columbia “Rumbatá fue el que empezó”, rinde pleitesía a los ancestros. Fieles seguidores de los primeros columbianos de la zona de Florida en Camagüey, los percusionistas respetan la célula rítmica tradicional en el toque que realizan en los tambores denominados hembra y tres dos; y en los estribillos los cantantes utilizan melodías de antiguas columbias, con textos propios de Rumbatá.
Una sonoridad diferente se puede disfrutar en “Te equivocaste”, tema de la autoría de Adalberto Álvarez, grabado en el año 1999 en la voz de Aramís Galindo, que en esta versión rumbera se interpreta con un formato instrumental pequeño compuesto por cajón, chequeré, quinto, clave, y el pad electrónico se reserva para el montuno.
Y si de pasarla bien se trata, nada mejor que “La guarapachanga”, del compositor Juan Rivera Prevot, tema popularizado en la década de los sesenta del pasado siglo, que retoma el Quinteto Babalú, compuesto por músicos colombianos y cubanos radicados en Medellín. En esta colaboración musical Rumbatá aporta tanto la base rítmica con las claves, los tambores batá, catá, chequeré, quinto y dos tumbadoras, como los montunos que completan el carácter guarapachanguero.
“Si me tocas te arrebatas” es un guaguancó más rápido que se ajusta al aire de la conga santiaguera. Dentro de la instrumentación se utilizan las claves, tumbadoras, el bombo, el cajón y las llantas, instrumentos propios de ese género traslaticio. Este fonograma constituye una oportunidad para el joven Alexis Aróstegui (el Pequeño), quien demuestra su versatilidad en los textos rapeados, y utiliza la intertextualidad en los estribillos con frases conocidas como la de “Hakuna Matata”.
Como homenaje póstumo, dos importantes músicos de Rumbatá, Nerina Calderón y Reinaldo Betancourt Batista son recordados y significados en “Es ahora”, a través del canto congo y un canto dedicado al orisha Ogún, santo que coronó Reinaldo.
En la constante búsqueda y asimilación de nuevas sonoridades se muestra “Mi rumba está buena”, un guaguancó muy contemporáneo, en el que sobresale la base rítmica con la utilización de dos pad electrónicos. La variedad tímbrica que nos regala esta novedosa propuesta sonora se consigue asimismo con la incorporación de dos instrumentos ajenos al formato tradicional de rumba para la función improvisadora: el tambor venezolano Cumaco y el timbal. El primero en sustitución del quinto, a cargo de Juan Miguel Pera, y el segundo en manos de Idael Soler. La formación de Wilmer como bailarín profesional le permite crear esta rumba bien desenfadada en función de la danza, con la que el bailador puede hacer diversos pasos, tanto gagá haitiano, jamaicano, como el simple arrollao de una conga.
En este número, la propuesta discursiva se limita a mantener la alternancia del solista-coro, para acercarse más a la estructura de esa conga final, a la que se suman el quinto, el bombo, la campana y la llanta; en tanto las voces al unísono, y en diálogo con los bloques de percusión, comentan temas de la vida cotidiana de lo cubano.
Rumbatá nuevamente se apropia de la creación trovadoresca, y esta vez tuvo la dicha de grabar “La masa” con su creador. Silvio Rodríguez accedió con gusto a cantar esta versión de su obra al estilo del batárrumba, en una tonalidad diferente a la original, con cambios de métrica y una trama rítmica y expresiva que acerca la interpretación al espíritu de la columbia.
Especialmente revelador resulta el desempeño del joven Wilmer Tadeo Ferrán Rivero, que con sólo quince años se estrena como solista en el tema “Un buen amigo”, creado con el propósito de defender los valores éticos y de sociabilidad que demanda el espacio rumbero.
Como bien afirma en su título Mi rumba no va a parar. Esta obra constituye un tesoro dentro de la fonografía cubana, porque logra agrupar rumbas antiguas con las de creación más reciente. En su afán de redimensionar la tradición rumbera de todos los tiempos, acredita la vitalidad de una rumba de genuina elaboración y sabor camagüeyano, y confirma la madurez conceptual de una agrupación tan experimentada como Rumbatá, que con todo derecho nos dice: Mowisoró mi rumba.
Nota Discográfica del Álbum Manolito Simonet presenta a Simón Roberto.
Hará ya dos años que Manolito Simonet me invitó a su estudio para ser testigo de una de sus sesiones de grabaciones como productor discográfico y para invitarme a la fiesta que cada febrero organiza en Camagüey.
Acomodados en la sala de grabaciones me lanzó el siguiente reto: “…te voy a sorprender… dime si tú has oído esta voz, si le conoces…”; y el tema Realidad y fantasía, de Cesar Portillo de la Luz se dejó escuchar mientras mi memoria –de modo asociativo—intentaba encontrar a quién pertenecía el registro. Hubo un largo silencio. Lo mismo que en una acalorada partida de dominó golpeé con fuerza una mesa auxiliar para acotar “…me paso…”. Ni corto ni perezoso volvió a la carga “…no me digas que no lo conoces; y me dio una segunda oportunidad, solo que esta vez fue una versión del clásico Alma con alma del holguinero Juanito Márquez.
Escuche nuevamente los dos temas. El o la interprete poseía un registro y una dicción excelentes, pero lo más destacado era su indefinición genérica. Ora sonaba mujer ora voz de adolescente, ora voz de hombre. Recordé que en Surinam cada año se hace un concurso de cantos de ruiseñores y como parte del mismo se precia la voz que asemeje el canto de esa ave; esa fue mi conclusión, era un ruiseñor lo que estaba escuchando. No había de otra. Cierta desconfianza cruzó mis pensamientos: podría ser una voz fabricada a partir de las posibilidades del mundo digital, o distorsionada; quien sabe qué locura estaba haciendo Simonet y Cía.
“No llevo esa…” afirmé con altivez.
“No pienses más… es la voz de un cantante camagüeyano que se llama Simón Roberto y este es su primer disco… te prometo que lo vas a conocer pronto”. Simonet sonrió complacido: yo había suspendido el examen. Brindamos por ello.
Finalmente, hoy tengo en mi poder el disco debut de Simón Roberto; y digo debut porque a pesar de que ya tiene una carrera de más de cuarenta años, ha sido Simonet y su proyección cultural hacia su ciudad de origen quienes han propiciado esta producción y la posibilidad de que muchos conozcan la gran voz de este hombre.
Manolito Simonet presenta a Simón Roberto, no es disco hecho para buscar gloria; se trata de un documento fonográfico que pretende recoger y reconocer a uno de esos tantos intérpretes que pasan sin penas ni gloria (aparentemente) y en los que los grandes medios no reparan.
Golpe de suerte para Simón Roberto? Tal vez. Aunque no lo creo. Pienso más en el testimonio sonoro de una ciudad, desconocido para la gran mayoría; en esa cofradía de músicos camagüeyanos que nos rodea y a los que admiramos y que nos esta mostrando el talento de su tierra.
Simonet y Germán Velazco –una dupla de fervientes principeños, para usar el gentilicio que define a los allí nacidos—, como orquestadores apuestan a la mejor arma del intérprete: el bolero; y consiguen un producto digno de colección; sobre todo por el riesgo musical que plantean y cómo el cantante reacciona.
Son boleros de siempre. De esos que cantaban nuestras madres y abuelas. Con los que enamoraron muchos cubanos. Son esos boleros que todos pueden cantar.
Pero volvamos al origen.
Llegué a Camagüey y conocí a Simón Roberto. Le escuché cantar y volví a repasar mi memoria. Ciertamente no le conocía, como habrá de ocurrir a los que en este instante tengan este fonograma en sus manos. Le escuché cantar otras canciones que no están en este álbum y comprendí las razones de Manolito Simonet para producir este disco a como diera lugar.
El disco es cultura, talento y voluntad para dejar en la memoria de los hombres el testimonio de una época. Simón Roberto nos llega hoy a nosotros, a usted que también le hará un lugar en su memoria. Mientras disfruta, solo piense en el ruiseñor; el ave del canto más hermoso cuyo trino deslumbra.
Presenta Bis Music nuevo álbum del cantautor Jan Cruz.
Sobrenatural es el nombre de la más reciente producción fonográfica de Jan Cruz. Con éste, suman ya tres sus álbumes de estudio y el intérprete le ha identificado como el más personal de ellos. En el mismo, el autor ha intentado plasmar desde una perspectiva propia cada mensaje que llevan sus canciones. Las mismas narran historias que bien le sirven a cualquier oyente para identificarse. Siempre abordando la temática del amor y sus tantos laberintos, Jan reaparece esta vez moldeando sensaciones sonoras diferentes, variando desde formato musical hasta mostrar una mezcla de estilos y épocas en sus arreglos y producción musical.
Con una coherente estética visual, el álbum ya ha dejado conocer tres singles como “Paraíso”, Un poco más” y “Free Spirit” y cuenta con colaboraciones especiales como es el caso del tema que da nombre al fonograma de la mano del joven artista Jotabarrioz y una muy esperada junto a Haydee Milanés titulada “Polvo del Sahara”. Además cuenta con una sesión en vivo en la que se interpretan varios temas de este álbum. Compuesto por doce canciones que se entrelazan siempre desde la esencia del pop pero combinando géneros como el rock, el funk, la música dance, el country, el son y el reggae, este trabajo nos muestra las mayores influencias en la carrera de un Jan Cruz esta vez no sólo como autor, sino también como productor musical.
Jan Cruz es un destacado exponente del ámbito del pop cubano de la última década. Se ha desempeñado como bajista de importantes agrupaciones cubanas y extranjeras y defiende la fusión de géneros cubanos e internacionales desde la música pop. Con un variado quehacer musical y ya un amplio repertorio, se reinventa en cada entrega musical sin perder la afición que siempre le determina: el canto al amor.
Presenta Bis Music dos álbumes producidos por Manolito Simonet.
La Semana de la Cultura de Camagüey se desarrolla del 1º al 7 de febrero, en homenaje al aniversario 508 de la fundación de la Villa Santa María del Puerto del Príncipe. Afortunadamente tendrá carácter presencial y la música no dejará de estar presente como merecido cumplido a la quingentenaria ciudad.
El evento presenta un variado programa para deleitar, y en este sentido la casa discográfica Bis Music tributa con la presentación de dos álbumes representativos de este circuito cultural. Ambos trabajos tienen un denominador común: fueron producidos por Manolito Simonet –ilustre hijo de esa ciudad, quien fuera premiado como Productor del Año en la más reciente edición de Cubadisco 20 -21.
El primer proyecto lleva por nombre Mi rumba no va a parar y es un feliz compendio de temas elegidos para formar parte del cuarto álbum de estudio de la agrupación Rumbatá, dirigida por Wilmer Ferrán. Grabado en Estudios Caonao en Camagüey, dicho álbum muestra las tres modalidades de la rumba entremezcladas con ritmos caribeños y géneros más internacionales, que le otorgan mayor versatilidad. Es apreciable la intención de retomar elementos rítmicos y sonoridades de las rumbas más tradicionales, así como la incorporación de obras habituales en el repertorio de la agrupación que no habían sido grabadas. Es visible la búsqueda constante y la asimilación de nuevas sonoridades, y en este afán de redimensionar la tradición rumbera de todos los tiempos la agrupación se redescubre plena, auténtica, renovada y enriquecida.
Manolito Simonet presenta a Simón Roberto es el segundo álbum, en el que el líder del Trabuco esta vez nos devela a su protagonista, dueño de un timbre vocal peculiarcon una fuerte carga interpretativa. Este fonograma nos muestra a un intérprete de su tierrarepresentando el testimonio sonoro de una cuidad, desconocido para la gran mayoría, y que con su mejor arma: la voz, logra una reacción única ante la tempestuosa imposición de emociones que resultan los boleros. Absoluta pasión con brillantes arreglos sin más pretensión que hacer cantar a quienes aman el género.
Ambos álbumes estarán disponibles a partir del 4 de febrero en las plataformas digitales internacionales, en Sandunga para Cuba, y físicamente en la red de tiendas de Artex como muestra de la fortaleza cultural de la Ciudad de los Tinajones y la entrega de sus hijos a la creación y disfrute de la más auténtica música popular.
Ella y Yo es la unión de dos flores, dos líricas melodías: Haydée y Miriam, quien tuvo la idea de versionar esta fina selección de temas junto a ella. Las dos artistas logran una dupla contrastante y dulce, poniendo en evidencia sendas capacidades interpretativas. Una, voz experimentada y plasmada entre las grandes divas de la cancionística cubana, la otra, timbre fresco y melódico que otorgan en su justa medida a ese eterno y admirado filin otro aire de dulzura y encanto. Juramento, Yolanda, Rabo de nube y Ámame como soy son algunas de las joyas que pueden disfrutarse en el cálido y sutil ambiente que nos regalan estas damas cubanas.
Miriam Ramos es una cantante, compositora y guitarrista. Actriz y conductora de espacios de la radio y la televisión cubanas. Con una sólida carrera y acreedora de notables premios nacionales e internacionales, ha representado a Cuba en importantes escenarios del mundo, siendo invitada de eventos de relevancia del Ballet Nacional de Cuba en más de una ocasión y defensora inigualable de la canción cubana. Acompañada siempre de excepcionales músicos se reinventa constantemente superándose a sí misma y constituye hoy una institución en cuanto a música e historia nos referimos.
Haydée Milanés es una de las jóvenes voces de la canción cubana más reconocidas actualmente. Hija y deudora de la obra de su padre Pablo Milanés, fiel exponente del género de la canción y del filin, esta cantante se desdobla en la escena para entregarnos en versión única y especial cada tema que selecciona.
El álbum incluye el clip del tema Seas tú, de la autoría de Miriam Ramos e interpretado por Haydée Milanés, que con la realización de Alejandro Gutiérres, dota de imágenes a ese universo de ensueño y música compartida.
Presenta Bis Music single de la agrupación Adalberto Álvarez y su Son celebrando el nacimiento de El Caballero del Son.
Para felicidad de los bailadores y amantes de esta orquesta, Bis Music presenta un nuevo single compuesto por Brayan Álvarez, hijo del mítico sonero. Se trata de un tema que rinde tributo al marcado estilo sonero de la orquesta, y que de hecho constituye la primera composición de su autor. Escrito con el mayor cariño, el joven Brayan apuesta desde su corta experiencia por la sonoridad de la agrupación como defensor del legado de su padre. Con un mensaje optimista y lleno de amor la orquesta se enmarca en un nuevo recorrido musical aunque manteniendo su estilo tradicional: coros, sección de metales, etc. Es incorporado el sonido del teclado con el que Brayan despliega su acervo aprehendido, siendo un momento crucial en la trayectoria de la agrupación.
La orquesta, con más de treinta años de fundada, además de contar con un repertorio de lujo en sus actuaciones, ha sido un excelente promotor de la música cubana. Por ello está considerada como una de las agrupaciones más fieles defensoras del baile en pareja en la modalidad de Casino. En esta ocasión es presentado Brayan Álvarez como Director de la misma, defensor del legado de su padre y continuador de este admirado y virtuoso trabajo.
Se unen, como bien declama en su título: pasado, presente y futuro, en la defensa del Son como premisa y esencia de lo que siempre será Adalberto Álvarez y su Son, para celebrar el nacimiento de uno de los más grandes músicos cubanos y honrar así a la música en el día de su patrona Santa Cecilia.
Por Emir García Meralla (Notas discográficas del álbum Mira como se te van los pies, Bis Music, 2021)
La primera referencia conocida al término “bamboleo” se debe a los navegantes fenicios y explicaba a grandes rasgos el movimiento indistinto de babor a estribor (y viceversa) que experimentaban sus naves mientras se desplazaban por las bravas aguas del mar Egeo en sus incursiones comerciales. Tal movimiento les obligaba a acomodar adecuadamente sus cargas para lograr el equilibrio necesario de la nave durante las travesías.
Pasaron los siglos; los movimientos culturales y los avances científicos comenzaron a formar parte fundamental de nuestras vidas; y el acto de “bambolearse” mantuvo su concepción inicial hasta que a fines del siglo XX llegó a la música cubana; específicamente al movimiento conocido como “timba brava” con una particularidad: forma de expresar las inquietudes propias de una generación que no renegaba de sus antecesores, pero podía definir un punto de inflexión con las que le sucederían. Simple ecuación de equilibrio sonoro en las turbulentas aguas de la música popular, no solo cubana sino de otras corrientes que la circundan. Ahora entraba un nuevo acápite al significado original: la razón sonora; o como diría un amigo “… negra con puntillas uniendo fuertemente la clave de sol y la clave de fa…”
Es el año 1996. En el universo de la música popular bailable cubana es normal el surgimiento de una nueva orquesta que fuera desprendimiento de alguna conocida en mayor o menor medida; en otros casos era la oportunidad para fundar un proyecto convocando a músicos conocidos y/o emergentes. Es una generación que se arriesga a buscar espacios para sus sueños y a expresarse para que el público bailador le premiara con su favor. Ciertamente, los estándares musicales de ese momento eran lo suficientemente altos y se exigía como elemento fundamental mostrar determinada originalidad. El concepto musical estaba planteado, solo quedaba expresarlo de modo coherente.
La timba, aunque pocos se atreven a decirlo, tuvo su momento de darwinismo musical. La lista de los que quedaron por el camino es larga e implicó fuertes desgarramientos emocionales y musicales. Los sobrevivientes supieron interpretar la lección de los fenicios: equilibrar las cargas a fin de llegar a puerto seguro.
La timba, como todo buen árbol expandió sus ramas y bajo su sombra se cobijaron algunos; otros prefirieron trasplantar alguna rama y buscar su propia variante (larga vida al injerto). Tal es el caso de Lázaro Valdés –el hijo, el nieto de don Oscar “el abuelo reloj”—que honor a los fenicios nombro a su banda Bamboleo.
Alguien podrá preguntarse: ¿por qué redundar con el asunto del bamboleo?; ¿es o no es un equilibrio musical?, ¿y qué tienen que ver la timba, Lazarito Valdés, los injertos y los fenicios? Permita que le explique.
Una particularidad de la música y los músicos cubanos, en general es su capacidad de adaptación a los diversos escenarios que se le presentan, a pesar de su conocida especialización en algún género o corriente. Si se hace una revisión concienzuda de la historia musical cubana se encontrarán los ejemplos más elocuentes de nombres destacados como pianistas que han logrado fama lo mismo como concertistas que en el rol de acompañantes o que han influido en su papel de músico de atril en una formación popular –me permito pasar por alto las conocidas listas para evitar omisiones.
Lazarito Valdés entra en esta historia de modo particular. Primero está en calidad de grumete en los tiempos en que formo parte del grupo del cantante Héctor Téllez; entonces era un adolescente, lo mismo que muchos de su generación que hoy admiramos, con muchas energías y deseos de destacar. Después tuvo el papel de contramaestre en la orquesta de Pachito Alonso hasta que decidió reunir una tripulación y dar el salto a capitanear su propio barco, al que nombró Bamboleo, con el que ha navegado a todo viento por veinte y cinco años en las aguas turbulentas de nuestra música.
Bamboleo, la orquesta, se puede definir como una de las más progresistas dentro del universo de la timba; no solo en lo musical sino en algunos riesgos que ha corrido y que han sido aceptados posteriormente por algunas otras formaciones musicales. De ellos el más destacado fue dar protagonismo a mujeres como cantantes líderes, son los casos de Haila y Vania. Cantantes que impusieron un estilo de actuar y con una proyección escénica que ha quedado en el imaginario popular.
Pero hay más. Bamboleo será la primera agrupación cubana que fundirá su trabajo con una leyenda del R&B como el grupo Temptetion en uno de los discos que se pueden llamar icónicos en la historia de la timba y de la música cubana en general; demostrando el tronco común entre esa forma de hacer la música de los afronorteamericanos y la timba brava; esa que tiene de jazz, rumba y que se adereza con cucharadas de Funky y algo de soul.
Hay un Bamboleo que ha dejado en el jazz afrocubano su impronta. Una impronta en la que el fantasma de Irakere por una parte y el de Emiliano Salvador juguetean alegremente. Todo ello sin grandes alardes.
Pero el más conocido es el de la timba brava, esa que suena macho hasta la médula –olvidemos los temas de género en el momento de evaluar el papel de sus cantantes femeninas en un mundo tan complicado como el de la música popular cubana; fin de cuentas bamboleo fue adelantado es el asunto de marras desde un principio—y que se transpira en cada una de sus presentaciones.
Y como buen navegante, Lazarito Valdés, ha sabido asumir cargas que algunos no han tomado en consideración y que le han reportado el rédito suficiente.
Este disco no es más que una parte de su gruesa bitácora musical; en el se cuentan algunas de sus tantas travesías, de sus cruces por mares turbulentos en los que ha visto al temido craken, ha escuchado los cantos de sirena o simplemente no ha tenido el viento suficiente para llegar a tiempo a su puerto de destino; pero por ello no ha dejado de curtirse en tales aguas. Es también la primera página de sus próximas aventuras.
Sin embargo; su nao: el Bamboleo sigue tan vigoroso como aquella lejana noche de 1996 en que fuera bautizada en el Palacio de la Salsa, consciente de que en cada puerto un bailador le espera.
Así es el mundo de la música y el de los navegantes: un constante reto a la vida, a la suerte, a la inmortalidad.